El dolor es una realidad de una condición especial, en un mundo diferente; más allá de la mediocridad, lucha creciente por equiparar el amor por la vida en una lucha desigual, en una vulnerabilidad amenazante, más allá de un designio, más allá de una deuda, es vivir, con la permanente sensación de vacío, estático y la necesidad de nadar contra marea para intentar ser feliz.
Pareciera que es un sueño interminable, donde no hay un despertar, no hay tregua. Soluciones vanas, descenso lento, antes de sostener una vida, antes de sentir el placer de vivir, se impondrá esta prueba, difícil de demostrar, para los que todavía se acongojan en carne propia y ofrecerlo, para los que se identifican, para los que aspiran tocar el cielo, para trascender.
Falta la dulzura de las emociones, adhesión del resto de los demás, el mutismo guardado por años ante el temor de que este concepto llegue a ser vanamente comprendido, sólo un momento para respirar, para levantarse y seguir… sólo un momento para dar un giro a este sueño y vivir con la fantasía, la ilusión, que todo ha sido una recreación alterna a nuestro destino.
