¿Cómo la eternidad podría olvidarse en unos segundos? cuando la naturaleza nos postra antes las vivaces miradas, que no buscan reflexiones, acerca de nuestra existencia, de nuestra razón de ser, nada prevalece por la ausencia, y la desazón de emociones.
Remanente de pasión guardada en el inconsciente supremo, nada nos pudiera parecer visible, nada se esfuma en candor, de nada sustituye la química derramada por el horizonte de nuestro torrente, mientras que la lluvia intentaba llevarse las gotas de esperanza del manto boreal, pérdidas en las situaciones inclementes, que pudieron haber vuelto a su cauce.
Permanece en mi sentido que nos pierde en cada paso, nos guarecemos en los árboles que alguna vez cubrieron los embates del destino, ¿Por qué permitir que el agua se lleve las promesas de nuestro plasma inherente? Quizás porque habría que vivirlo, por las pruebas de la existencia o la indecisión que nos llevan a confundirnos en espejismos alternos, tentaciones propias de la humanidad y de la desesperanza.
Deseo renacer en la erupción de sentimientos, hay que vivirlo en todo su esplendor: ¿Por qué prevalece el estado del amor, si tiene una naturaleza compleja? ¿Y que se pierde más allá de los arroyos de nuestras vidas, si confluyen al mismo sitio? Por la energía de los destinos de los demás que no renuncian a ser felices y del corazón que lucha por latir a pesar de las constantes sombras que intentan mitigarlo, que no lo dejan
respirar y que proponen una falsa racionalidad.
Cuando la secuencia circular vuelva a tu mente, merece la pena intentar recrear este sentimiento,
no lo reprimas ¡Vívelo! aún en el caos prevaleciente, aunque el dolor siempre es inevitable, no intentes quemar la sustancia que algún día nos sostuvo en el este mar embriagado de sensaciones, porque en el tiempo y espacio siempre renacería de otra forma, aun así, permítele postrarse en aquel remanso olvidado de nuestras almas, deja que respire, porque es una infinita presencia, no accidental, que a cada ciclo florecerá como cada mañana.